“La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin respiración”

lunes, 27 de diciembre de 2010

La Navidad tiene ese algo, esa magia, ese no sé qué que qué sé yo que me incita a ser feliz, que me hace levantarme con una sonrisa en la cara e intentar que los demás también sonrían. Poner el árbol y el belén, esperar la llegada de Papá Noel y los Tres Reyes Magos, quedarme mirando como una tonta las luces que adornan las calles y sonreír instintivamente cuando escucho algún villancico. Reunirme con mi familia y ver que todos siguen igual de bien que el año pasado, tener la suerte de que no falte nadie verdaderamente importante y poder brindar por un nuevo año son los mejores regalos que puedo recibir. Quedarme levantada hasta tarde y que me cueste dormir la Noche de Reyes, levantarme y emocionarme cuando veo todos los regalos debajo del árbol, repartir los que no son para mí y abrir los míos como si fuera la primera vez. Comer roscón de Reyes, encontrar casualmente la figurita que me dará suerte durante todo el próximo año y darme cuenta de que lo han hecho a posta para tener contenta a la pequeña de la familia. Compartir con los míos una Navidad más y poder decir que todo está bien y que el único deseo que pido para el nuevo año es que sea por lo menos igual de bueno que el que se acaba es algo maravilloso.

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